viernes, 14 de enero de 2011

El costo del ruido, desde la perspectiva de salud.

Hace unos días Joaquín, de 62 años dejó el hospital en el que fue atendido por una insuficiencia cardiaca. El me contó que durante los diez días que estuvo internado, las noches fueron insoportables por los ruidos que no le dejaron descansar.
Contaba que al inevitable “tintineo” de las máquinas de monitoreo, se sumaba el ruido incesante de la calle. Sirenas, alarmas, gritos de microbuseros, y por su puesto la siempre omnipresente, bocina o claxon.
Esta experiencia es el ejemplo de cómo son expuestos a diario, enfermos y convalecientes en los distintos centros de salud públicos y privados de nuestro país. Si esto le sucede a quienes deberían tener una trato especial imaginemos todas las torturas a las que somos sometidos aquellos que no tenemos trato preferencial.
La recomendación de la OMS afirma que a partir de los 65 decibelios se genera estrés e irritabilidad, por ende las zonas de protección especial como los centros de salud o los colegios, deberían ser verdaderos oasis sonoros en esta descontrolada urbe.
Las campañas que los municipios promueven son bienvenidas, pero la lucha contra la contaminación sonora no es flor de un día, es una lucha sostenida, y coordinada con las demás autoridades ediles de Lima, se debe establecer un cinturón o verga correctiva, que repliegue al enemigo sonoro, a ese contaminante que cada día crece sin control camuflado en leyes que no se cumplen y que la gran mayoría desconoce y por ende al no conocer un derecho o un deber la convivencia se hace casi insostenible en una ciudad de sonoridad salvaje donde los volúmenes se imponen ya sea en el hogar, el centro de trabajo o hasta en los nosocomios.
Al parecer la lucha contra los ruidosos será muy complicada para las nuevas autoridades ediles, teniendo en cuenta la carencia de especialistas en el tema y el poco interés que hasta hoy han demostrado los municipios.
Si bien este es un problema etéreo e intangible, sus efectos son concretos y reales. Desde la sordera cada vez más temprana (presbiacusia) hasta problemas físicos relacionados al stress, la digestión, las cefaleas, entre otros.
Asimismo, está comprobado, que las afecciones no son solamente físicas, sino también por asociación directa, económicas, ya que una persona enferma no se desempeña de la misma manera.
Según una Evaluación de los Costes Sociales y Económicos de la Discapacidad Auditiva (2006), se ha estimado que la pérdida de la audición sin tratar, le cuesta a La Unión Europea (UE) 213 mil millones de euros al año, casi todo nuestro Producto Bruto Interno (PBI)
Cabe hacernos la pregunta ¿y aquí en el Perú cuánto estaremos perdiendo cada día por causa del ruido?

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