viernes, 23 de mayo de 2008

Skrik (El Grito)


El Grito, cuadro del Noruego Edvard Munch, es uno de los más populares del siglo XX. Si bien, la obra en cuestión fue realizada a finales del ochocientos, la pintura alcanzó gran auge en el siguiente siglo. Pero esta obra tiene algunas particularidades que me llevaron a escribir este post.


Si bien este blog trata sobre temas sonoros y acústicos, el grito como pintura no tiene una sonoridad valorable en decibelios, por ser imagen, pero se podría decir que El Grito es una de las obras visuales más sonoras que se hayan realizado y al observarlo genera muchísimas sensaciones relacionadas a esta percepción.


La primera vez que vi el cuadro en una de sus varias versiones realizadas en diferentes momentos por el mismo autor, imaginé a una persona que gritaba por el dolor que le causaba el magma que discurría a su alrededor, no se por qué imaginé un pueblo al pie de un volcán que había hecho erupción y que las personas escapaban despavoridas, como si Munch hubiese sido testigo presencial de dicha catástrofe.


Luego de observar variar veces El Grito, fueron otras mis asociaciones mentales pero la que continuaba rondando mi cabeza era el tono y el volumen de esa expresión, la imaginaba andrógina, sin una determinada contextura definida podía ser tenor o soprano, pero el sonido debía ser según mi interpretación, alto en intensidad.


Lo cierto que la pintura en cuestión fue la creación más famosa del Noruego y sólo algunos años después, en algunos textos descubrí que Munch, había asistido a la Exposición Universal de 1889 en París, donde Gustave Eiffel inauguraba su torre, que además sirvió como puerta de entrada a la feria, que albergaba a 35 culturas tradicionales de todo el mundo, juntas para conmemorar los cien años de la toma de la Bastilla, entre esos países se encontraba el Perú.


Es aquí cuando todo comienza a tener relación entre mi asociación mental y la pintura de Munch. No se si le sucede a todo el mundo, pero a mi me pasa frecuentemente, el hecho que cuando veo o escucho algo realmente interesante no dejo de pensar en aquello, y El Grito no fue la excepción.


Una de las cosas que más me atraía de ese cuadro fue la angustia, la falta de aire, la desesperación, la oscuridad.
Otra cosa que me sucede muy a menudo es el asociar las imágenes o situaciones con canciones, y para este cuadro maridaba muy bien Rasguña las piedras de Los Sui Generis, una canción común, muy popular pero angustiante, solo por la idea de despertar en un ataúd, luego que la gente te creyó muerto; menuda forma de despertar.


El Grito me causaba esa sensación como si esa persona, estuviera en un cajón, y rasguñara por salir de allí.
El hecho es que cuando Edvard Munch asistió a la famosísima Feria Universal de 1889, él visitó el espacio dedicado al Perú, país presente en la exposición, y en este espacio vio unas momias de la época inca, las cuales impresionaron tanto a Munch, que sirvieron de inspiración para realizar la pintura que años después se hiciera tan famosa.


Lo cierto es que el pintor realizó la obra en el lienzo de su vida azarosa y triste, pues, desde muy pequeño recibía el castigo de su intolerante y castrense padre y a los cinco años perdió a su madre, que falleció de tuberculosis, años más tarde en su adolescencia, murió su querida hermana Sophie, otra de sus hermanas fue recluida en un sanatorio, y una más, murió poco después de casarse.
Además, Munch padeció enfermedades de todo tipo, desde aquellas mentales, pasando por las terrenales como el alcoholismo y hasta aquellas pasionales como el aislamiento y la depresión.


Grandes son los artistas que logran plasmar su obra y hacerla popular, pero son esenciales aquellos que logran transmitir sus sentimientos plasmados en ella superando el tiempo, el espacio y las culturas.


Munch me hizo escuchar su grito, el tono expresaba dolor y angustia, esa angustia que veo a diario por las calles, en los rostros de personas herederas de las momias y esqueletos de nuestros antepasados.