martes, 26 de agosto de 2008

Oda al tulipán.

El grupo peruano que prefiero más aún que Frágil es Frágil.
No se exactamente cuando empezó a gustarme este grupo, el concepto frágil fue algo tan vigente en la generación a la que pertenezco, aquella de los 80s de caballo loco, que sólo por el nombre de marras ya me gustaba.

Esos años me sentía frágil, mi entorno era frágil, nuestra economía también lo era, todo estaba en el borde de irse por la borda.
Era parte de un grupo de chibolos, inexpertos, neófitos musicales, sin ninguna educación sonora, acostumbrados a sirenas y apagones, que eventualmente podíamos escuchar Locomía o a Chachi Lujan sin sonrojarnos , nosotros mozalbetes, de quinta, pululábamos con permiso o sin el, por los pubs y bares miraflorinos y sanisidrinos, donde los grupos hacían sudar la gota gorda a sus asistentes, el rock en castellano estaba de moda y habían distintas propuestas alternativas a las argentinadas y españoladas que a diario las radios machacaban.
Una de esas propuestas era Frágil, cinco tíos que tocaban una canción famosa por esos días, que no quiero mencionar por detestarla ahora luego de escucharla 60 millones de veces, y recordarla cada viernes sangriento.
Ellos no solo tenían esa canción, aunque hasta hoy muchos crean lo contrario, en sus conciertos comenzábamos a descubrir canciones inmejorables, Serranio, Mundo raro, Caimán (himno), Pastas pepas y otros postres, entre otras que convirtieron a 3 o 4 amigos en enceguecidos barras bravas del Tarot o el Pub los olivos.
Frágil se convirtió en nuestra señal de la santa cruz, todo era antes y después de ellos y la gente que nos rodeaba obtenía nuestro cielo o condena de acuerdo a la respuesta de la siguiente pregunta: ¿te gusta Frágil?

Fueron años de pura y sincera fanaticada, amor del bueno, puro y bello, sacrificio de cuerdas vocales y noches en vela por el aprendizaje de las letras, paso y repaso de casetes, conversaciones prolongadas y conversatorios callejeros sobre la intensión e inteligencia de las estrofas y partituras, éramos unos pobres poseídos, estábamos frágiles.

El tiempo pasa como un condor, vuela tan alto que nadie lo ve, y cuando te das cuenta el carroñero te comió 20 años y ahora solo son recuerdos, el tiempo pasa para los fanáticos y también pasó para aquellos músicos, no voy a disimular si alguien hace daño, ellos, los que iban en ese camión mentado, desafiando al arte de copistas, aquel puño que era toda la fuerza, los que fabricaron un mundo raro, hoy no sueltan su imaginación, han quedado atascados, entre sus propias caras, no miles sino cinco, Pilón se llevó más que una canción pareciera que en Yurúa el terreno fuera árido, ya no hay color, no hay floral, todos los días van siendo para ellos igual, han pasado 22 años, desde que los escuché por primera vez, ya no importa, primero lo primero solos ustedes y yo quedaremos y mientras el viento se levante así como el esperma al esperma, corro hasta donde están, me equivoque no eran ellos, me negué a mi mismo no volver más a verlos, no voy a disimular, voy a golpearles un brazo, les daré la espalda a su vida ya no se quienes son los que van por ahí cantando sin poder reír, ¿cuánto hay? ¿Cuánto hay? ¿Por qué el tayta se dejó vencer?

Gastan yendo a pollerías, ¿qué fue del terruño? ¿Acaso no recuerdan las vocales que los despidieron cuanto de este tiempo ya paso? No hagan de limosneros por favor detengan el burdel.
Pasaron más de 20 años, maldita la hora pues en que decidieron morir en una fría avenida de la que nadie los podrá sacar, duermen en medio de los perros, perdieron su vereda, ahora son la presa, han llevado su vida de aquí para allá; pero, ¿quién soy para juzgarlos, quién? , yo que soy cautivo desde antes de nacer, ahora estoy frágil, quiero pensar en que recién llega la constelación, advierto que llega la oda al tulipán... ¡la tierra clama cholita, la tierra clama, el viento se levanta en vuelo y revuelo, la calles están desiertas, niños vengan todos escuchen la voz, no pierdan puntadas frágil regresó!

viernes, 23 de mayo de 2008

Skrik (El Grito)


El Grito, cuadro del Noruego Edvard Munch, es uno de los más populares del siglo XX. Si bien, la obra en cuestión fue realizada a finales del ochocientos, la pintura alcanzó gran auge en el siguiente siglo. Pero esta obra tiene algunas particularidades que me llevaron a escribir este post.


Si bien este blog trata sobre temas sonoros y acústicos, el grito como pintura no tiene una sonoridad valorable en decibelios, por ser imagen, pero se podría decir que El Grito es una de las obras visuales más sonoras que se hayan realizado y al observarlo genera muchísimas sensaciones relacionadas a esta percepción.


La primera vez que vi el cuadro en una de sus varias versiones realizadas en diferentes momentos por el mismo autor, imaginé a una persona que gritaba por el dolor que le causaba el magma que discurría a su alrededor, no se por qué imaginé un pueblo al pie de un volcán que había hecho erupción y que las personas escapaban despavoridas, como si Munch hubiese sido testigo presencial de dicha catástrofe.


Luego de observar variar veces El Grito, fueron otras mis asociaciones mentales pero la que continuaba rondando mi cabeza era el tono y el volumen de esa expresión, la imaginaba andrógina, sin una determinada contextura definida podía ser tenor o soprano, pero el sonido debía ser según mi interpretación, alto en intensidad.


Lo cierto que la pintura en cuestión fue la creación más famosa del Noruego y sólo algunos años después, en algunos textos descubrí que Munch, había asistido a la Exposición Universal de 1889 en París, donde Gustave Eiffel inauguraba su torre, que además sirvió como puerta de entrada a la feria, que albergaba a 35 culturas tradicionales de todo el mundo, juntas para conmemorar los cien años de la toma de la Bastilla, entre esos países se encontraba el Perú.


Es aquí cuando todo comienza a tener relación entre mi asociación mental y la pintura de Munch. No se si le sucede a todo el mundo, pero a mi me pasa frecuentemente, el hecho que cuando veo o escucho algo realmente interesante no dejo de pensar en aquello, y El Grito no fue la excepción.


Una de las cosas que más me atraía de ese cuadro fue la angustia, la falta de aire, la desesperación, la oscuridad.
Otra cosa que me sucede muy a menudo es el asociar las imágenes o situaciones con canciones, y para este cuadro maridaba muy bien Rasguña las piedras de Los Sui Generis, una canción común, muy popular pero angustiante, solo por la idea de despertar en un ataúd, luego que la gente te creyó muerto; menuda forma de despertar.


El Grito me causaba esa sensación como si esa persona, estuviera en un cajón, y rasguñara por salir de allí.
El hecho es que cuando Edvard Munch asistió a la famosísima Feria Universal de 1889, él visitó el espacio dedicado al Perú, país presente en la exposición, y en este espacio vio unas momias de la época inca, las cuales impresionaron tanto a Munch, que sirvieron de inspiración para realizar la pintura que años después se hiciera tan famosa.


Lo cierto es que el pintor realizó la obra en el lienzo de su vida azarosa y triste, pues, desde muy pequeño recibía el castigo de su intolerante y castrense padre y a los cinco años perdió a su madre, que falleció de tuberculosis, años más tarde en su adolescencia, murió su querida hermana Sophie, otra de sus hermanas fue recluida en un sanatorio, y una más, murió poco después de casarse.
Además, Munch padeció enfermedades de todo tipo, desde aquellas mentales, pasando por las terrenales como el alcoholismo y hasta aquellas pasionales como el aislamiento y la depresión.


Grandes son los artistas que logran plasmar su obra y hacerla popular, pero son esenciales aquellos que logran transmitir sus sentimientos plasmados en ella superando el tiempo, el espacio y las culturas.


Munch me hizo escuchar su grito, el tono expresaba dolor y angustia, esa angustia que veo a diario por las calles, en los rostros de personas herederas de las momias y esqueletos de nuestros antepasados.

domingo, 27 de abril de 2008

El disfraz del silencio.

El silencio es un lienzo en blanco al que hay que dar color, el silencio es un cuaderno en blanco donde escribir. Muchas personas tienen la necesidad inmediata de eliminar el silencio, hacen ruido, hablan, encienden la radio; le tienen pavor.

Pero el silencio es animal extinto, quizás sólo existió en el laboratorio de Robert Boyle. Fue concebido con el propósito de comprobar las leyes de la física, aquellas leyes que son similares a las constitucionales, son creadas para no ser cumplidas.

Ni en el lienzo en blanco, ni en el cuaderno nuevo hay silencio, siempre habrá una mínima partícula de color, el blanco mismo es el color base, el sonido tenue, el imperceptible, ese se ha disfrazado de silencio, nos ha hecho creer que este aún existe en alguna montaña del Congo o en el Salar Uyuni, pero el silencio es solo un concepto, mas no una realidad.

Ejemplifiquemos:

• Una madrugada cualquiera en cualquier lugar todo es quietud, pero lejos se escucha un motor de algún vehículo, en los Alpes europeos, por algún momento no hay máquina que intervenga en el espacio acústico en el que uno se encuentra, pero se escuchan las aves, las hojas, el rio.

• En el mar, el sonido de algún barco puede ser percibido o el canto de las ballenas, el mismo agua genera su discurso.

• Una madrugada en la ciudad de Lima, en un apartamento en el piso 20, pareciera no escucharse nada, pero el reloj de la sala se presenta con su tic tac que acompaña el motor del congelador.

• En un convento de meditación alejado de la civilización, cuando nuestro pulso suena acompaña a nuestra respiración, tampoco hay silencio.


No podemos escapar a él, el sonido ha dominado nuestro mundo siempre lo hizo desde el big bang, o el verbo de Dios, quizá el mundo desaparezca con un gran sonido o uno muy leve, pero el sonido existirá en otro planeta o en otro sistema. Las esferas continuarán sonando, el sonido es el universo mismo, es la evidencia de la existencia, el ruido es creador, es el proceso.

El silencio existe sólo en teoría. Nosotros somos los usuarios temporales, no escuchamos, y si desaparecemos, el sonido existirá aún, mas allá de nuestras carnes y huesos, más allá de nuestro oído medio o interno.

El disfraz del silencio es el viento, el aliento, es el sol y el agua, el disfraz del silencio es una nota que agoniza suavemente entre las cavernas del pabellón, el tímpano y el caracol.

domingo, 2 de marzo de 2008

Segunda Nota




To Led on.

Cuando retrocedo imaginariamente, me visualizo escuchando música, siempre lo hice, aún lo hago y estoy seguro que lo continuaré haciendo, aunque quede sordo aprenderé a escuchar con mi cuerpo.
Desde niño escuchaba todo lo que estaba a mi alrededor, soy de la época de la radio convencional, sin más ni mas, tal cual, locutor mensajes y canciones. Casi siempre estuve rodeado de la música pop, mis mayores eran quienes elegían y como sucede cuando uno es niño escuchaba lo que en la casa se sintonizaba. Pero un día alguien compró un tornamesa o tocadiscos, como le decíamos, era un armatoste plomo rectangular se desmontaban sus parlantes, así, la base resultaba ser el tornamesa mismo. Junto a este aparto llegaron algunos discos Longplay de villancicos, Los Iracundos, Parchís, música de cámara, y algunos otros que se borran en mi memoria.
Este tornamesa y sus pocos discos fueron uno de mis juguetes preferidos, me aprendí los villancicos, maltrataba el ingles de los Beatles, memoricé las canciones de los uruguayos, y por supuesto los colores de Parchís los sabía al dedillo.


Pero esa lista reducida llegó a saturarme, así que, con mis propinas fui a una discotienda por primera vez, era una que estaba cuatro puertas más debajo de mi tienda favorita de juguetes en calle Marquez.
Nunca había entrado a esa tienda de discos, siempre pasaba por ahí y escuchaba música de todo tipo, habían unas cabinas en las que los compradores podían repasar el disco que desearan. Siempre fue un sitio para adultos, pero la necesidad de ampliar mi colección de discos me obligó a visitar el negocio.
Un tipo con corbata se dirigió a mi y me preguntó -qué disco buscas- algunos segundos de silencio le dieron a entender al especialista que yo era un niño algo perdido en esos avatares, así que me preguntó si era la primera vez que iba a esa tienda, es probable ahora que lo pienso, que el vendedor conocía a todos sus clientes, le respondí - sí es la primera vez que vengo-
Me preguntó luego- ¿qué tipo de música buscas?- , le conteste que no sabia muy bien lo que buscaba.
Y luego me preguntó ¿qué música escuchas?
Le respondí que escuchaba la radio y algunos discos de rock que habían en casa (dije rock pues escuché alguna vez de un adulto que el rock era malo y habían canciones que eran satánicas, seguro en ese momento quería presumir mis inmensos 9 años)
El giró en su eje y miró hacia un inmenso estante y tomó un disco que luego aproximó hacia mi y podría describir esos segundos como horas, pues desde que vi el disco, observé el cuadro de un viejo enjuto que cargaba leña y ramas, todo en un tono verde oscuro que nunca olvidaría.
El vendedor tiró fuera el disco y me señaló una cabina libre y me dijo que me dirigiera ahí, me dió además la portada del disco con la cual fui a la cabina.
En la cabina y a través de la ventana, él me hizo una señal de Ok y la música empezó a sonar por los parlantes colocados en ese cubículo, eran unas tonadas que no podía definir en ese momento, pero ahora describo como bellas y distintas.
Eran guitarras acústicas logrando arpegios maravillosos, sentí en ese preciso momento que ya no era el mismo niño que había entrado a esa tienda me sentí un poco más alto, más viejo, más sabio. No sabía el nombre de la canción ni del grupo, en la portada decía Led Zeppelin, y atrás las letras de una canción en ingles “Stairway to heaven”
Cuando terminó la canción habían pasado varios minutos, y se escuchó, el scratch de la aguja del tornamesa, que fue interrumpida por el vendedor, él, me miró y me hizo un gesto para que acercara , cuando llegué al mostrador me preguntó – ¿te gustó?
Le dije -si-, aunque no estaba seguro si me había gustado o asustado, tenía esa sensación de haber tocado algo prohibido, de haber tomado la plata de mamá, me sentía sin torax.
El vendedor me explicó que era la mejor canción de rock que había en ese momento, y me dijo que se llamaba Escalera al cielo.
Cuando me dijo el nombre de la canción me tranquilizó un poco, pues sabía que en casa no disgustaría a nadie que escuchara algo que tuviera ese nombre, así que le pregunté cuanto costaba, no me acuerdo el precio que me dijo, busqué en mis bolsillos y junté el dinero, al hacerlo el vendedor me dijo que pagara en caja y que cualquier cosa guardara el recibo. Me hizo un guiño y salí con el disco en una bolsa y toda la emoción de llegar a casa para descubrir ese cuadro del anciano y las demás canciones prohibidas.


Entré apresurado a la sala, cerré la puerta e instalé el tocadiscos, tiré fuera el disco, lo puse; subí el volumen, sabiendo que en casa solo estaba Berna, mi nana, quien no me diría nada por la bulla, era su consentido.
La aguja amplificó el sonido de los surcos iniciales, esos que tienen distinto color, son más negros antes de empezar la canción, pero esta vez no empezó la guitarra que espera otra vez escuchar, sino más bien la voz del cantante “Hey, hey, mama, said the way you move...” y luego simplemente rockandroll.
Instintivamente bajé el volumen, luego de unos segundos, sabía que aquello era prohibido, no era común, no se parecía en nada a Parchís, o a los Iracundos, no tenia nada que ver con la música de cámara, ni con Palito Ortega, era negro, era blanco a la vez, era el abuelo de la portada quien tenía un plan macabro para mi.
Tuve miedo, sobre todo por el momento en el que los demás escucharan esa música, pero mi curiosidad me hizo seguir escuchando la siguiente canción, y esa si que era un sacudón, nunca había escuchado la velocidad, ni la vida expresada de esa forma, seguí la pista a las canciones, y la primera era Black Dog, la siguiente Rock and Roll, no necesitaba saber más, era el rock prohibido del que hablaban, era seguramente aquello satánico de los adultos comentaban de vez en cuando, ¿cómo explicaría el que hubiera gastado mis ahorros en ese disco, qué dirían en mi colegio hipercatólico si supieran que el acólito y el boyscoutt había comprado ese símbolo del mal? Tenía muchas cosas en la cabeza, pero ninguna me distraía tanto como para no terminar de escuchar el disco, por un lado y el otro, Led Zeppelin y el cuadro del anciano giraban en mi memoria aquellos días.


Tuve que esconder el disco detrás de un aparador por un mes, hasta tener algo más de dinero y comprarme otro disco, pero esta vez uno de Menudo y de Palito Ortega, así que cuando me preguntaran ¿qué había hecho con mi dinero? les diría que me había comprado discos y si querían escucharlos pues no habría problema esa música estaba en los estándares de mi hogar, el rock había hecho de mi un perfecto tramposo y embustero, que a escondidas consumía sus notas transgresoras y sus alaridos de vitalidad
El disco le hice escuchar a uno que otro amigo pero ninguno fue tan afectado como yo, me parecía extraño que ellos no quisieran volver a escucharlo una y otra vez. Hasta yo me aleje un poco de el por unos meses, pero un día que finalmente estuve sólo busque en mi escondite secreto y el disco ya no estaba, un frio corrió por mi cuerpo, fue la misma sensación que cuando mi madre encontró mi primera porno o mi primer condón, el disco había desaparecido, pero revisé entre los demás y ahí estaba alguien lo encontró y lo había puesto entre palito y los Parchís.


Por la noche pregunté a mi madre si había visto mis discos que había comprado y Berna interrumpió la conversación y dijo que al limpiar el mueble de la sala había caído un disco y que lo había colocado junto a los demás.
Mi madre me preguntó -¿te compraste más discos, y de quien?
- de parchís, de menudo, uno de break dance y uno de Led Zeppelin- le contesté.
Ella respondió algo sorprendida -¡cuánto has gastado en eso de donde sacaste la plata!
Yo -eran mis ahorros- ella respondió -bueno después no me pidas para tus juguetes-
Ella me respondió cualquier cosa, ni siquiera se había percatado del nombre que le mencioné (Led Zeppelin), es que mi madre pertenecía a esa porción de personas que le gusta la música pero no le apasiona y entendí ese momento la primera diferencia con ella y desde entonces encuentro oyentes y apasionados. Aquellos que cantan y se divierte y aquellos que sienten y se involucran con la música.



Pero he descubierto también un grupo de seres que simplemente no les gusta la música y hacen uso infausto de ella, y la usan como si fuera una vela, la cual encienden para iluminar momentáneamente sus monócromas vidas hasta que la cera se disuelve.




La música no ilumina nuestros días, es la luz y el arcoíris. La música no es el ruido de fondo, es la esencia fundamental de todas las estructuras, todos los puentes y edificios, ciudades y planetas están compuestos de música, nosotros somos música, este teclado lo es, tu respiración y la percusión interna de nuestro cuerpo así lo demuestra.


Es imposible darle la espalda a la música, tratarla con desdén, afrontémosla y descubramos ese mundo que está a la espera de nuestros sentidos y no necesariamente está en nuestra casa en nuestros medios y entornos, la música está en todas las partes, pues el todo es ella.


Otorguemos a los niños las herramientas adecuadas para escuchar toda la música, enseñemosles que la música no tiene fronteras, ni colores definidos, ayudemosles a entender que la música no es buena ni mala, así curaremos algunas heridas que esta sociedad se ha creado por la indiferencia hacia ella.

sábado, 9 de febrero de 2008

Primera nota

El ecoidiotizante.


Una obstinada canción se mantiene en mi, desde hace días la tarareo sin saber quien es el compositor o el interprete- uuu, ooo, la, laa la, la- probablemente sea una canción gringa de esas concebidas de acuerdo al ISO que la industria musical popular solicita: fácil de aprender, ritmo pegajoso y letras simples.


No es la primera, ni será la última vez que una canción se adhiera en el subconsiente de una persona, la industria de la comunicación y el entretenimiento hacen de cada uno de estos productos, una especie de droga, y comercializan con ella utilizando los medios de comunicación, en este caso la radio, como distribuidores de este producto.


Los grandes capos y los cárteles radiales como Prisa, y Godo en España y muchos países de latinoamerica, o RPP y CRP en Perú, por mencionar algunos.
Pero esta comparación que es incomoda para los que son parte del los medios antes mencionados, tiene un sustento claro y definido.


Desde hace algunos años la radio musical se ha convertido en un Jukebox, rockola o máquina automática de canciones limitadas, pero no al gusto del oyente sino al placer y elección del programador, que para los fines mafiosos sería el dealer local.
Para conocer como funciona este medio idiotizante musical es necesario mencionar que las grandes cadenas radiales en el mundo se utilizan sistemas de “alta rotación” que consiste en que el programador o el director de la radio y algún productor , que muchas veces uno solo cumple estas funciones, elige un grupo determinado de canciones que no superan las 200 o 300 con el fin de rotarlas en el transcurso del día. Estas canciones respetan además el formato musical al que pertenece la radio: recuerdo, crossover, éxitos, hispano, etc.


En el Perú este proceso de selección podría ser parte de la mejoría si fuera realizado por personas conocedoras de música en el sentido real del término o por lo menos informadas de los efectos psicológicos masivos que esta produce en la sociedad, pero por desgracias es parte de la peoría, pues los programadores de las radios locales son improvisados curadores radiofónicos, que basan sus conocimientos en el aprendizaje de títulos de canciones y sus autores. Esa elección esta muy lejos de ser una adecuada selección musical que rime y conjugue tonalidades , ritmos y notas, de determinadas culturas pentatónicas, dodecafónicas, vanguardistas o cualquier criterío musical que acompañe dicha selección. Muchos de los encargados de elegir la música que la gente debe escuchar en el Perú no tienen toda la culpa de ser tan mediocres, pues en los últimos 20 años la calidad educativa en el país se vió maltratada y se la dejó de lado tanto que hoy ocupamos los últimos lugares de educación en el mundo.

El medio radiofónico musical peruano está saturado de nostálgicos y frustrados programadores y productores que encuentran las décadas de los ochentas y noventas, como mejores y maravillosos.
Así mismo se ha escuchado de la resurrección de aquellos dinosaurios de los sesentas y setentas, que han reclamado una porción importante de la torta del Survey.


Pero la radio no se detuvo en los sesentas u ochentas, más bien se transformó en una horrible estrella pop que no quería ser negra o una conductora de reality shows que no quería envejecer. Este fenómeno que ahora tenemos que soportar es efecto de muchas otras problemáticas sociales y hasta políticas que sobrepasaron sus límites en el afán de dominio.

Pero este fenómeno ecoidiotizante de repetir canciones cada hora, no sólo sucede en el Perú sucede en todo el mundo , con la diferencia que estas drogas acústicas en otros sitios han evolucionado y el peyote y los hongos que aquí se consumen son ácidos y productos químicos en otros lados.
La radio musical en la actualidad debe ser efectiva, inmediatamente exitosa, esta radio ya no es medio de comunicación, es reproductor, es un semental y tiene un propósito claro: el mantener la especie idiotizada, drogada y aislada de su realidad.


La radio cuando era un medio nuevo con insospechadas posibilidades de desarrollo, emocionaba, involucraba, creaba, soñaba y proponía.
Hace 80 años Bertolt Brecht alucinaba así las posibilidades de la radio:


"La radio podría ser el más gigantesco medio de comunicación imaginable en la vida pública, un inmenso sistema de canalización. Lo será cuando no sea sólo capaz de emitir, sino también de recibir. En otras palabras, si consigue que el oyente no sólo escuchase sino también hablase, que no permaneciera aislado, sino relacionado".


¿Será posible que hayamos involucionado y que ahora los simios tengan dominio sobre las radios?
Qué está sucediendo con el medio radial, qué sucede con sus formatos, cual es su contenido, por qué tenemos la necesidad de escuchar lo mismo a cada instante.
Muchas preguntas que nunca respondemos, ni siquiera las hacemos.


El medio es reflejo de la sociedad y de su educación, el oyente es el cliente y él siempre tiene la razón, mientras el receptor siga siendo pasivo no se cumplirá la intención implícita que posee la comunicación, feedback.
En el medio radiofónico musical se debe poner fin los grandes capos de esta droga, a los dealers internacionales y aquellos de barrio, que ayudados por el anonimato que les otorga el micrófono, siguen aniquilando las neuronas artístico-musicales que el ser humano posee, es necesario eliminar esta sustancia que viaja en combis, autos, trabaja en oficinas y centros comerciales, es indispensable expulsar al alienígeno de nuestros hogares.
Para el hombre, solitario, carente de espiritualidad, angustiado económicamente, y desprovisto de herramientas que le ayuden a crecer intelectualmente, la radio de hoy se convierte en una droga, que responde a la segunda definición que la Real Academia de la Lengua le otorga:

“Sustancia o preparado medicamentoso de efecto estimulante, deprimente, narcótico o alucinógeno”.

Si leemos esta definición será necesario respaldarla por otra que se le otorga a la palabra exceso. “Cosa que sale en cualquier línea de los límites de lo ordinario o de lo lícito, abuso delito o crimen”

El hombre es la única especie que persiste en el error, y por naturaleza autodestructiva, somos conscientes que todo en exceso hace daño y si es de mala calidad doblemente malo será, las radios musicales en la actualidad son malas en calidad e intención, no permitamos que el ecoidiotizante de las radios se aproveche del miedo al silencio que nuestra sociedad padece, detengamos la pandemia de ignorancia que hoy nos amenaza, exijamos calidad en el éter radiofónico.