jueves, 20 de enero de 2011

Felicidad, ese bien esquivo.



Yi Okseon, nació en corea en 1927 durante el Periodo Imperial Japonés, etapa que hasta hoy genera tensión entre las dos coreas, debido principalmente a los abusos y crímenes sucedidos en esa etapa.
Ella, hoy tiene 83 años y su vida es una sucesión de fatalidades, que superan cualquier fantasía literaria.
Yi, tenía 8 hermanas y la extrema pobreza obligó a sus padres venderla a los 15 años para que trabajara en un restaurante, luego fue raptada por los japoneses y recluida en una prisión en condiciones extremas, soportando el frio sin ropa, y una alimentación digna de bestias, con el cargo de ser coreana y mujer.
Pero la reclusión era la parada previa al infierno, ya que fue obligada a satisfacer a decenas de soldados japoneses que buscaban placer en las jóvenes mujeres traídas a la fuerza y encerradas en pequeñas habitaciones con alimentación escaza y maltratos peores a los sexuales.
Okseon, vio como las muchachas que se negaban a “trabajar” eran echadas a los perros hambrientos y aquellas que resultaban embarazadas eran abiertas como carne muerta.
Muchos años pasaron y miles de hombres por su cuerpo también y sólo hacia el fin de la guerra se casó con un chino que le otorgo tranquilidad fuera de Corea, aunque nunca tuvo hijos y en una entrevista el 2009 a un medio Europeo cuenta que Nunca había sido feliz.
La felicidad ese bien preciado por todos, una verdad a veces sin fundamento, un momento exacto o una sensación prolongada. Sea lo que sea la felicidad, hasta leer la historia de Yi Okseon, no había recapacitado que probablemente en verdad no exista como la conozco, y es posible que muchos no la hayan experimentado, ni siquiera por un segundo ni en la pequeña muerte carnal, ni en la elevada espiritualidad personal.
En esta afirmación “nunca fui feliz” está inmersa la responsabilidad social de los estados y de cada una de las familias que los conforman, ¿cómo es posible que una persona no haya sido feliz por un momento aunque sea?
Es sabido que nuestra sociedad actual es decadente y deficitaria, pero nunca imagine los extremos de pobreza moral por la que transitaba.
Bueno, en realidad siempre lo supe, pero como parte de ella cumplía el papel que se me encargó: Indolente a destajo.
Son muchas las circunstancias que me hace meditar al respecto de nuestra pobreza moral colectiva. En un foro del sitio www.enfemenino.com, Shio48 escribe “tengo 49 años y nunca fui feliz” y cuenta que su esposo la maltrata día y noche a ella y a sus 4 hijos y que debe soportar todo eso por los problemas económicos, Shio48 pide con mayúsculas desde esa oscuridad: AYUDENME POR FAVOR.
La infelicidad y desdicha no es producto necesario de una guerra o un estado generalizado del abuso de poder, la infelicidad campea en los hogares como en el de Shio48, ama de casa y ejemplo de la mordaza impuesta por nuestra insensibilidad adquirida, actores de un drama muchas veces familiar.
Estas situaciones de infelicidad a veces están asociadas a la ignorancia o a la carencia de información, ya que se puede dominar al desinformado y aprovechar de él, el conocimiento entonces, se convierte en una responsabilidad, como el filo de la guillotina en una perfecta ejecución.
Una medico que dedicó muchos años de su vida a la práctica sostenida del aborto, luego de ser capturada en pleno uso de sus malas funciones, reconocía nunca haber sido feliz viendo vidas destrozadas y que mantuvo su actitud proabortista por necesidad económica. Un ejemplo del conocimiento puesto al servicio de la propia infelicidad, profesionales haciendo mal su trabajo, o muchos trabajadores haciendo profesiones que los hacen infelices.
Muchos padres obligan a sus hijos estudiar lo que creen correcto, sin interesarles su talento o pasión, la infelicidad se asoma ya en la juventud.
A los 17 años Federica90, se esconde en el seudónimo para escribir al sitio italiano www.letterealdirettore.it y contar que nunca fue feliz, y que siempre se sintió vacía y sola y siempre estuvo rodeada de personas que no la escuchan y tampoco saben hablar.
Federica90 arremete contra ella misma diciendo: no se ser feliz, no sé cómo conseguirlo, entonces ¿por qué seguir viviendo?
¿Qué ha sucedido para que una adolescente diga que no tiene amigos y no es comprendida por nadie? ¿Cómo es que el amor es causante de infelicidad prolongada? ¿Cuáles son los requisitos para la felicidad?
Son algunas cuestiones que hoy me planteo y que extiendo a mi entorno.
Hace algún tiempo discutía con alguien la probabilidad de que la felicidad necesitará de un poco de dinero para existir. Asumo que esta asociación sea frívola y materialista en el discurso moral, pero las calles y sus gentes hacen lo indecible para demostrar que la felicidad está en función de la cantidad de dinero que cada uno posee y de la cantidad de bolsas que arrastramos y sin contradecir esta postura burda y consumista, concluyo transcribiendo la primera definición de la DRAE sobre felicidad: Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien.

viernes, 14 de enero de 2011

El costo del ruido, desde la perspectiva de salud.

Hace unos días Joaquín, de 62 años dejó el hospital en el que fue atendido por una insuficiencia cardiaca. El me contó que durante los diez días que estuvo internado, las noches fueron insoportables por los ruidos que no le dejaron descansar.
Contaba que al inevitable “tintineo” de las máquinas de monitoreo, se sumaba el ruido incesante de la calle. Sirenas, alarmas, gritos de microbuseros, y por su puesto la siempre omnipresente, bocina o claxon.
Esta experiencia es el ejemplo de cómo son expuestos a diario, enfermos y convalecientes en los distintos centros de salud públicos y privados de nuestro país. Si esto le sucede a quienes deberían tener una trato especial imaginemos todas las torturas a las que somos sometidos aquellos que no tenemos trato preferencial.
La recomendación de la OMS afirma que a partir de los 65 decibelios se genera estrés e irritabilidad, por ende las zonas de protección especial como los centros de salud o los colegios, deberían ser verdaderos oasis sonoros en esta descontrolada urbe.
Las campañas que los municipios promueven son bienvenidas, pero la lucha contra la contaminación sonora no es flor de un día, es una lucha sostenida, y coordinada con las demás autoridades ediles de Lima, se debe establecer un cinturón o verga correctiva, que repliegue al enemigo sonoro, a ese contaminante que cada día crece sin control camuflado en leyes que no se cumplen y que la gran mayoría desconoce y por ende al no conocer un derecho o un deber la convivencia se hace casi insostenible en una ciudad de sonoridad salvaje donde los volúmenes se imponen ya sea en el hogar, el centro de trabajo o hasta en los nosocomios.
Al parecer la lucha contra los ruidosos será muy complicada para las nuevas autoridades ediles, teniendo en cuenta la carencia de especialistas en el tema y el poco interés que hasta hoy han demostrado los municipios.
Si bien este es un problema etéreo e intangible, sus efectos son concretos y reales. Desde la sordera cada vez más temprana (presbiacusia) hasta problemas físicos relacionados al stress, la digestión, las cefaleas, entre otros.
Asimismo, está comprobado, que las afecciones no son solamente físicas, sino también por asociación directa, económicas, ya que una persona enferma no se desempeña de la misma manera.
Según una Evaluación de los Costes Sociales y Económicos de la Discapacidad Auditiva (2006), se ha estimado que la pérdida de la audición sin tratar, le cuesta a La Unión Europea (UE) 213 mil millones de euros al año, casi todo nuestro Producto Bruto Interno (PBI)
Cabe hacernos la pregunta ¿y aquí en el Perú cuánto estaremos perdiendo cada día por causa del ruido?

domingo, 2 de enero de 2011

Los mártires.

Los mártires y martirizadores.
Asistir a conciertos se está convirtiendo en un hábito para los limeños y peruanos que ahora podemos tener una agenda mensual organizada de eventos de todo tipo y para todo bolsillo.
Hasta aquí el objetivo de mejorar la oferta cultural y de esparcimiento se está cumpliendo con creces, hoy hay un trabajo coordinado entre instituciones del estado como el INC o las municipalidades, y el empresario de espectáculos respectivo. Pero en este mercado donde ganan los empresarios, el estado y los fanáticos, hay algunos perdedores y que podríamos condecorar nombrándolos como los mártires de la cultura y el esparcimiento. Ellos son los vecinos.
Esos mártires son aquellos que viven en los alrededores de los escenarios donde las bandas y cantantes se presentan consuetudinariamente: El monumental, El Estadio San Marcos, y uno que otro espacio con menor capacidad de personas.
Para un mártir un día de concierto significa un día no laborable. Ellos deben dejar de hacer lo que pretendían y se acuartelan en su domicilio hasta que el concierto haya terminado y la masa humana de fanáticos abandone el vecindario.
Pero más allá de la amputación del derecho de libre circulación, al mártir o prócer del esparcimiento ajeno, se lo ejecuta con un huayco de decibelios y con innumerables garrotazos de vibraciones que afligen su cuerpo durante los conciertos.
En la Unidad Vecinal n° 3, adyacente al Estadio San Marcos, la señora Amelia cuenta que el día que se presentó Metállica, tuvo que suspender su grupo de oración ya que ninguna plegaría podría oírse más allá de sus paredes, pues cuando los 4 jinetes del apocalipsis de Los Ángeles hicieron sonar su repertorio de rock pesado, alzaron en peso a doña Amelia y la llevaron hacia el mismísimo infierno del bullicio eterno.
En Barcelona, España, los organizadores del concierto 360° de la banda Irlandesa U2, tuvieron que pagar 18,000 euros (alrededor de S/. 65,000.00) por hacer gala de la más potente infraestructura sonora en cuanto a conciertos se refiere. Bono y compañía nuevamente superaron ampliamente los límites permisibles en Turín, Italia y también tuvieron que pagar por el bombardeo sonoro.
Estos son castigos ejemplares en ciudades acostumbradas a este tipo de eventos, pero aquí en el Perú, debemos reflexionar al respecto, primero pensando en el bienestar del vecino y el respeto de sus derechos y luego en el propio disfrute.
Los mártires de la cultura y esparcimiento no están solamente alrededor de los sitios antes mencionados, sino que esos mártires somos también cada uno de nosotros, ya que alguna vez hemos soportado los mariachis en el cumpleaños del vecino, un martes cualquiera o fuimos víctimas de la pollada pro-fondos la techada del compadre de la cuadra.
El esparcimiento y la cultura no puede ser justificación para que cada uno de nosotros haga uso y abuso del propio espacio. Que tiré la primera piedra quien no hizo una fiesta o un bacanal, sin importarnos que opine el vecino.
Somos parte de una cadena interminable de mártires y opresores del sonido.
Dato: Tenga en cuenta que en un concierto se puede superar los 120 dB, intensidad similar a la una turbina de avión, a unos 30 o 40 metros de distancia. Los especialistas recomiendan no exponerse a sonidos tan elevados por más de 30 minutos.